miércoles, 26 de enero de 2022

ATARDECER Nº 2. EL CERRO DEL TIO PIO.




Mas él alzó sus sueños hacia el cielo 

Y poco a poco, fue ganando altura 

Y los demás, quedaron en el suelo 

Guardando la cordura.


¿Quién no ha soñado con la canción de Alberto Cortez, quién no ha construido "castillos en el aire" alguna vez? El Cerro del Tío Pío, en el distrito de Puente de Vallecas, es otro lugar típico para ver atardeceres. "Las tetas", nombre popular de sus montículos creados a partir de la construcción del barrio, cual castillos de barro, se llenan de gente que desafían el frío y el calor para ver cómo el sol se despide de todo Madrid. Una espectacular escultura de metal refleja los trazos como si fuera la paleta en la que el Pintor se inspira para crear tan espectacular cielo... Lo visitamos en la segunda Zancada de las cuatro que dimos por el Puente de Vallecas (ver aquí).


El Cerro del Tío Pío, personaje ilustre y muy conocido al igual que su mujer y otros muchos emprendedores del servicio a los demás que dan nombre a avenidas y calles del entorno, es un enclave construido sobre los restos de anteriores viviendas populares, en cuevas o casi al raso, levantadas por la emigración en busca de una vida mejor desde los campos castellano-manchegos, andaluces, extremeños, etc. hacia la nueva urbe que demandaba mano de obra. Justo es el premio de colocar una otra de arte que nos ayude a pensar lo que allí sucedió: "Triángulo Real Ilusorio" es obra del artista gaditano José Enrique Fernández y Enríquez de Salamanca, conocido como Enrique Salamanca, nació en 1943 y se trasladó a Madrid a estudiar Bellas Artes, pintor y escultor abstracto que maneja diferentes materiales e incluye las nuevas tecnologías en sus trabajos, tiene una larga trayectoria y sus obras públicas se pueden ver en numerosos lugares.



@ 2022, by Santiago Navas Fernández

sábado, 22 de enero de 2022

ATARDECER Nº 1. EL CERRO DE LOS LOCOS.





Refrán popular: 
“Harto le cuesta al almendro, hacer primavera del invierno”

Cuando aún el frío no se ha ido y, quizá por eso añoramos el calor de la primavera, el almendro despliega sus ramas cargadas de blanco y rosa, para anunciarnos que ya llega febrero y marzo... las nubes blancas sobre el azul intenso de un cielo limpio, reflejan el sol que cual cristales, atraviesa y hace brillar, destacando aún más su belleza temprana... Un sitio para ver, es "El Cerro de los Locos" en la Dehesa de la Villa, que conocimos en dos zancadas (ver aquí).


Su nombre se debe a que durante un tiempo no muy lejano, sobre todo hombres, iban allí a practicar deporte y lo hacían sin camisa, o con solo un pantalón corto, e incluso luego se duchaban en una fuente que existía hasta hace poco por debajo del nivel del terreno y en el que cabía una persona perfectamente de pie bajo el chorro de agua. También se le llamó el Cerro de las Balas, pues fue una posición estratégica en el conflicto bélico de 1936-39. Todo ello y mucho más se explica en la Zancada del enlace.





@ 2022, by Santiago Navas Fernández

viernes, 31 de diciembre de 2021

31 DE DICIEMBRE



 ¿HABLAMOS DE SOLEDAD?


...dijo el Juez mientras miraba alejarse el furgón hacia el Anatómico Forense. Allí alguien le haría la autopsia por si aparecía quién reclamara el cadáver del anciano Nicolás. El espejo del ascensor donde lo encontraron aún reflejaba la figura de un viejo joven con el rostro surcado por prematuras arrugas y poblada barba, vestido con las ropas del trabajo, edad indeterminada, condición desconocida, cuya presencia no constató la policía judicial mientras realizaba su labor porque no pudo verla. Sólo era un espectro sobre el cristal.

 

El antiguo edificio había quedado prácticamente vacío. Algunos vecinos se fueron tras aceptar el cheque con que incentivaron su marcha los nuevos dueños. Otros porque llegaba la Navidad y marcharon con su familia mientras lo pensaban. Sólo quedó Nicolás, atado a los recuerdos desde que Adela murió, hacía ya tantos años que apenas situaba el hecho en el tiempo. Su propia edad superaba casi al propio bloque, ambos a ver cuál más destartalado. Y por qué a fin de cuentas ¿a dónde iba a ir?

 

“¡Vaya!, se me olvidó el pan” se dijo poco antes de que todo comenzara. Como siempre y debido a sus doloridas piernas, tomó el ascensor que chirriaba quejumbroso como él miso. Le esperaba el panadero, menos viejo, conocido desde que se estableció en el barrio con su añorada esposa, entonces era apenas un chiquillo que hacía los recados de la tienda de ultramarinos del padre, “feliz año nuevo, Nicolás”, le diría… Esa noche habría cohetes, como cada 31 de diciembre, le despertarían y él los vería desde el balcón que daba a la plaza. “Feliz año nuevo, vecinos”, diría como cada año. Y luego a la fría cama, donde volvería a recordar que los primeros años de vivir allí, Adela y él esa noche se asomaban al balcón, saludaban, reían, a veces bajaban a alguna de las hogueras que se organizaban en el descampado, a oír cantar a los vecinos que lo hacían, a bailar un pasodoble que tocaba el organillero si acudía, a reír un tanto y pasar el rato con la vecindad. Chiquillos corriendo y alborotando, la noche que aún era día, hasta varias horas después del anochecer.

 

El ascensor dio un salto y se detuvo entre dos pisos. Nicolás tocó el botón, pero la puerta no se abrió. La alarma no sonó tampoco, aunque como ya no había portero y los vecinos no estaban, daba igual. Era un elevador decrépito, no había dinero para cambiarlo y casi ni para mantenerlo, así que si fallaba sólo cabía esperar que alguien ayudara, pero ese día él era el único habitante del edificio. Lo comprendió enseguida ¡Si al menos hubiera sido a la vuelta y tuviera la barra de pan con él! Toda la vida trabajando, viudo demasiado pronto, sin hijos porque fue incapaz de casarse por segunda vez “¡Adela querida, y ahora esto!”. Se miró al espejo, sentía presión en la vejiga “¡esta próstata!”, se meó en una esquina ¿qué más daba ya? Solo un milagro podía ayudarle.

 

Su imagen de viejo vestido de viejo en un ascensor viejo de un edificio viejo le golpeó sin piedad. Viejo y solo. Y de repente apareció una figura sobre el sucio cristal que no reconoció, pero supo que era él mismo aquella vez que subía feliz con la cesta de Navidad de la empresa, Adela le esperaba arriba con la comida calentita, fue el primer año de recién casados en el piso que era todo lo que consiguió conservar. Entonces era un joven con el rostro surcado por prematuras arrugas y poblada barba, vestido con las ropas del trabajo, que gozaba más con sus ilusiones y esperanzas que con sus realidades. Se acurrucó en una esquina para disfrutar de las imágenes que su mente le iba pasando ante los ojos, una vida entera hasta justo ese momento, el anciano frente a sí mismo lleno de sueños compartidos con su Adela.

 

Al menos diez días estuvo allí, según determinó la autopsia, hasta que el primer vecino regresó y sintió el hedor.

 

“Feliz año nuevo, Nicolás” le dijo la imagen de Adela que apareció tras el joven de barba que se reflejaba en el espejo. Y tanto que lo fue, al menos durante las pocas horas siguientes.



@ 2021 by Santiago Navas Fernández

 

 

 

 

miércoles, 29 de diciembre de 2021

2022

 


Todo llega cuando debe llegar. Sobre todo los años. Feliz y próspero 2022.


Si para tí la prosperidad y la felicidad se basa en lo físico, que seas guapo/a. Si se basa en el conocimiento, que lo adquieres a toneladas. Si es viajar, ojalá des cuatro vueltas al mundo en dirección a cada punto cardinal. Si es la solidaridad, que se cumpla. Si es encontrar el amor, tener un bebé, lograr un trabajo, alcanzar una meta o cumplir un sueño... ¡adelante! Pero si tu sueño, aunque no lo confieses es ser más rico que el otro "como sea", alcanzar el poder por encima del "enemigo", conquistar un país a base de "lo que sea", dirigir un pueblo, nación, organización aunque haya "que pisar algunas (o muchas) cabezas",  "engañar" si hace falta, "mentir" si es necesario o "uno decir la verdad" y ande yo caliente, ríase la gente; en todos esos casos, similares y más, te deseo que jamás se cumpla.

martes, 5 de octubre de 2021

Conocí un ángel.


 

Mirabas al infinito y yo lo quise ser,

volverme etéreo para volar frente a ti,

colgarme del extremo de tu mirada

y quedarme a dormir al calor de tus pensamientos.


Tu mirada lo decía todo, esperabas,

quise convertirme en la luciérnaga que te alumbrara,

ser el objeto que tus ojos perseguían,

pero no fui nada y al final me quedé, desesperanzada.


Como la polilla en la luz cálida de la bombilla,

mis alas se chamuscaron con la incandescente

fuerza que irradiabas. Quise ser tuya, quise que me miraras,

quise tus ojos, quise tu cuerpo, aspirar tu savia,

tener tu piel desnuda ante mi, acariciarla,

beber tus jugos, penetrar tus secretos, pero...

me conformé con abrazarte como una hermana,

como una amiga, para no dañarte el alma.

Quise volver a inventar otro juego, un pretexto,

para que me besaras, como aquella vez...

pero todo se quedó en nada, tuve miedo, me fuí

¡cobarde! 

no encontré nada que ofrecerte,

dentro de mí no había nada para tí.


@ 2021, by Santiago Navas Fernández

jueves, 9 de septiembre de 2021

Y todo comenzó...




...con una copa de vino que degustaron, no hubo manzana ya. 


Atardecía. La suave brisa se filtraba entre las hojas, dejando escapar un arrullo como una nana, como un suspiro divino. Se tomaron de la mano mientras los pequeños se abrazaban a ellos. El sol aún se reflejaba sobre la piel de las uvas semejando estrellas titilando. Los niños sonreían, juntos desde que nacieron no necesitaban hablar para entenderse.


- Habrá que reescribirlo todo.


- Lo harán Abel y Caín.


Solos en el mundo, los cuatro reinventaron la historia más grande jamás contada. El resto fue fácil, las vides ya estaban allí. Absortos en el inmenso mar verde, sonreían.


- Te amo, Eva.


- Te amo, Adán.


El Paraíso comenzó a extenderse.



@ 2021, by Santiago Navas Fernández


P.D.- Relato presentado a concurso convocado por una empresa vinícola, ligeramente modificado aquí y acompañado de una foto de la página de Facebook de "La Huerta Tembleña". 

jueves, 27 de mayo de 2021


 

AMANECÍA

 

 

Indalecio levantó la vista, un gato sentado sobre sus cuartos traseros observaba sus movimientos. Los huesos que acababa de descubrir le habían dejado helado, sin duda eran humanos. El capataz de la finca le había mandado mover los mojones por la noche tres metros más allá, así agrandaba los límites de la Huerta sobre el suelo público colindante. “Calla y hazlo, gañán, si no lo harán otros por ti…” Esa era la costumbre en aquellos tiempos, ir tomando trozos de la antigua dehesa, hoy en desuso porque ya no había ganado, o al menos no subía hasta allí, y el terreno había perdido todas sus encinas a base de cortar leña para calentar los hogares de la ciudad. Una mala disposición administrativa autorizó que cada cual entresacara lo que necesitase para abastecimiento propio, pero a una entresaca siguió otra y al final solo quedaron terrones, piedras y encinas sueltas que también acabaron en el fuego o como armazón de una chabola y ya no hubo nada más que sacar, así que ahora el erial era pasto de ampliaciones ilegales a favor de los propietarios de las huertas que lo rodeaban.

 

Años ha, un capitán carabinero concluyó que la desaparición de Sabino “el mielero” quedaba irresoluta. Ni cuerpo ni reo, sólo indicios de una pelea entre dos hombres que dijo un borracho que vio, durante una noche de farra nublado por el alcohol. Y como sin cuerpo no hay delito y a Sabino no le reclamó más que una alcarreña descalza en busca de los dineros, se dio carpetazo al asunto. Porque un puñal ensangrentado puede ser cualquier cosa, aunque nadie sepa decir de quién o de qué.

 

Así que Indalecio miró al gato, sus grandes ojos verdes le observaban y parecían preguntarle “¿pero tu sabes en la que te vas a meter como digas que has encontrado unos huesos?”. Y se lo imaginó, el capataz le echaría de la finca, perdería el trabajo y con ello, el único sustento de su familia y la chabola que a pulso se acababa de levantar en los Altos de Tetuán, donde su mujer trajinaba con los tres zagales. Ahora que estaban a punto de entrar en “la escuelita del Carmen” para hijos de trabajadores de la Huerta. No, no era por él ni por la Ambrosia, era por ellos, para que tuvieran un futuro que no fuera destripar terrones y mover mojones. A fin de cuentas, aunque aquellos restos fueran lo que quedaba de Sabino “el mielero”, el tiempo ya había borrado su recuerdo.

 

El Indalecio tomó una piedra y machacó el cráneo donde se conocía el agujero abierto por un puñal; luego hizo lo mismo con otros huesos y comenzó a diseminar los restos por todo el contorno, incluso mientras iba a la casa del guardés, o luego subiendo por la cuesta hacia la chabola que se acababa de levantar en los Altos de Tetuán, donde la Ambrosia trajinaría con los tres zagales… que se acababan de levantar.

 

Amanecía.



Este relato obtuvo el segundo premio en el certamen convocado por la Casa Vecinal de Tetuán y publicado en abril/mayo de 2021 en el blog:


cordelesdehesavilla.blogspot.com/2021/05/alberto-de-frutos-y-santiago-navas.htm 




@ 2021 by Santiago Navas Fernández