...con una copa de vino que degustaron, no hubo manzana ya.
Atardecía. La suave brisa se filtraba entre las hojas, dejando escapar un arrullo como una nana, como un suspiro divino. Se tomaron de la mano mientras los pequeños se abrazaban a ellos. El sol aún se reflejaba sobre la piel de las uvas semejando estrellas titilando. Los niños sonreían, juntos desde que nacieron no necesitaban hablar para entenderse.
- Habrá que reescribirlo todo.
- Lo harán Abel y Caín.
Solos en el mundo, los cuatro reinventaron la historia más grande jamás contada. El resto fue fácil, las vides ya estaban allí. Absortos en el inmenso mar verde, sonreían.
- Te amo, Eva.
- Te amo, Adán.
El Paraíso comenzó a extenderse.
@ 2021, by Santiago Navas Fernández
P.D.- Relato presentado a concurso convocado por una empresa vinícola, ligeramente modificado aquí y acompañado de una foto de la página de Facebook de "La Huerta Tembleña".
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