miércoles, 18 de marzo de 2015





Tal vez, cuando despierte mañana, estés ahí, sobre tu máquina de escribir, tejiendo historias, haciendo planes, preparando tu próximo viaje o tu siguiente entrevista.
Tal vez nuestra casa jamás pierda el color ni la forma. Se convierta en el santuario donde habitemos los dos en solitario, como fantasmas, a salvo de la enfermedad, del dolor, de la muerte,
Tal vez si abro los ojos con fuerza, con determinación, con el suficiente deseo y la suficiente fe, aún te encuentre a mi lado, entre las sábanas. Y vuelva a sentir tu calor.

Tal vez yo no sea Jaime y ni tu Lucía, o viceversa, porque ya estoy tan dentro de ti como tu de mi y ya no sé quien es quien, si yo soy el del espejo o si soy la del retrato sobre la mesilla de noche.
Tal vez el amor mueve montañas, pero lo que no hace es cruzar el espacio, y menos la frontera que cruzan los muertos. Donde tu te fuiste, yo no puedo seguirte. Y no es por que no desee estar contigo, es simplemente que no, que no puedo, que no siento ni fuerzas, ni deseo, ni estímulo, ni ansiedad, que no, que no siento, nada de nada.
Tal vez esta tarde o esta noche, o la hora que quiera que sea esta en la que vivimos ahora mismo, sea sólo el duro espacio de tiempo que media entre tu despedida y nuestro reencuentro.
Tal vez los colores sólo sean una máscara y el rojo de tu sangre sea el único real. De esa sangre que derramaste aquella noche en aquel horrible lugar donde fuiste humillada, o en aquel hospital donde arrancaron de tus entrañas el fruto de aquella brutalidad.
Tal vez, ojalá, esta vida no acabara nunca y tu estuvieras a mi lado para compartirlo y recorrer aquellas serenas calles, 
Amor.