lunes, 11 de agosto de 2014





“Ojalá no pueda tocarte ni en canciones …” pero te toqué y me emborraché con tu veneno. ¿Y ahora qué?. ¿Cómo borro todo lo vivido, lo amado, lo entregado, lo regalado, lo sufrido?. Te toqué, ¡te toqué! Y te volvería a tocar una y mil veces. A bañarme en el mar salado del sudor de tus goces, a sumergirme en el dorado océano de tu cuerpo, a recorrer sumiso cada pliegue de tu piel. Volvería a dormirme cada noche soñando con que llegue la mañana para encontrarte a mi lado. A intentar adivinar qué pensabas en ese momento, a respirar el aire que te rodea para insuflarme de tus misterios ..."
Cuando el viento deja de soplar, página 25 ...



No sabría cómo expresar la tristeza, pero puedo contar lo que ocurre cuando la tienes. El temor con el que se inicia, el pánico con el que se enfrenta y la desolación con que nos ocupa.

Eso es, se siente frío, se siente vacío, se siente aspereza ... ¿el motivo?, ese nace sólo, nadie lo llama, viene a abrazarnos como una inmensa gasa negra llevada por el viento ... y nos cubre. Así nace, en un "de repente", sin aviso previo que nos permita prepararnos para recibirla.


Y si el corazón no es un hígado, la tristeza se adentra y se queda a vivir.