viernes, 13 de mayo de 2016



Recuerdo cuando dormía y me despertabas.
Sentía la puerta abrirse,
despacio, muy despacio,
intentando que no sonara,
pero ese instinto que todos tenemos
me despertaba.

El ruido de la puerta era la forma de romper el silencio,
de abandonar mi supina soledad.
El ruido de la puerta por la noche, que me despertaba,
era mi compañía,
me devolvía al mundo,
me entregaba contra las sábanas.
Y me volvía a dormir seguro y tranquilo.
"Ya está aquí´", pensaba.
Y me revolvía en la almohada y me arrullaba el sosiego.
Ahora echo de menos aquel ruido
y el de las llaves de la luz: pasillo, cocina, baño, ...
y la puerta de tu habitación que se cerraba.
"Hasta mañana, que descanses."
Ya puedo dormir tranquilo.
Y ahora lo echo de menos.