viernes, 28 de julio de 2017

Ojos




Dime ¿qué deseas?

Sólo saber cuándo unos ojos son bellos

Dímelo tu

Dicen que los ojos azules son los más atractivos que existen
Pero solo porque en nuestro lugar son una novedad
También dicen que los ojos verdes roban corazones
Pero solo cuando quien los mira se quiere dejar
Dicen que los negros azabache se apoderan del alma
Y de todo, si te dejas seducir

¿Y de los otros qué me decís?

Dímelo tu

Yo no lo sé


Está bien, te lo explicaré. La belleza de los ojos no está en quien los luce, la belleza de los ojos está en quien los mira. Los ojos sólo son bellos cuando tienen una luz especial encerrada en sus pupilas que tan solo una persona en concreto, puede ver. Entonces quien la ve, sabe que son bellos, pues sólo lo hermoso duerme tranquilo tras el iris, esperando a que él o ella, quien lo ha descubierto, lo llame a la vida.

¿El amado de la amada y la amada del amado?

Ojalá.

jueves, 13 de julio de 2017

LEYENDA DE LAS JARRAS EN UN PUEBLO DE ZAMORA




El viudo bodeguero tenía dos penas, haberse quedado solo y haberse quedado solo con una hija. La bodega no era lugar para una joven tan hermosa, sabía que los hombres la miraban cuando venían a beber el vino, pero no por su calidad, sino para mirar a la niña.

No le quedaba más remedio y cada mañana temprano, iba a la viña. Luego volvía a tiempo de abrir la bodega. No iba a dejar sola a su hija. No lo sabía, pero era fácil suponer que alguien la rondaba.

Y un día que tuvo un percance y volvió antes, los encontró a los dos en el lecho que un día fue conyugal y ahora cobijaba su soledad y albergaba el amor pecaminoso de su hija cuando él no estaba.


Eran tiempos de honor, así que allí mismo la mató mientras el cobarde amante escapaba y tomaba la carretera de la capital para nunca jamás volver.

Pero el bodeguero arrepentido de su pecado rogó a Dios que le castigara a él quitándole la vida y mandándolo al infierno y devolviendo la vida a su hija. No quiso Dios hacer el milagro, pero un diablillo que por allí estaba escondido, entre las barricas de la bodega, se apiadó de los lamentos del pobre hombre y los convirtió en jarras de vino que colocó en una alacena sobre la puerta de entrada, mirando al cementerio, donde yacía la madre, y hacia la carretera que lleva a Zamora, por donde huyó el amante.

Y desde entonces están allí las dos jarras, sobre la puerta de entrada a la bodega.

(dedicado a mi amiga Marian, que me llevó a conocer el lugar donde todo ocurrió, aunque ni ella ni el bodeguero, ni mucho menos las propias jarras, conocían esta leyenda).