martes, 5 de octubre de 2021

Conocí un ángel.


 

Mirabas al infinito y yo lo quise ser,

volverme etéreo para volar frente a ti,

colgarme del extremo de tu mirada

y quedarme a dormir al calor de tus pensamientos.


Tu mirada lo decía todo, esperabas,

quise convertirme en la luciérnaga que te alumbrara,

ser el objeto que tus ojos perseguían,

pero no fui nada y al final me quedé, desesperanzada.


Como la polilla en la luz cálida de la bombilla,

mis alas se chamuscaron con la incandescente

fuerza que irradiabas. Quise ser tuya, quise que me miraras,

quise tus ojos, quise tu cuerpo, aspirar tu savia,

tener tu piel desnuda ante mi, acariciarla,

beber tus jugos, penetrar tus secretos, pero...

me conformé con abrazarte como una hermana,

como una amiga, para no dañarte el alma.

Quise volver a inventar otro juego, un pretexto,

para que me besaras, como aquella vez...

pero todo se quedó en nada, tuve miedo, me fuí

¡cobarde! 

no encontré nada que ofrecerte,

dentro de mí no había nada para tí.


@ 2021, by Santiago Navas Fernández

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