¿Qué ocurre "cuando el viento deja de soplar"?, es una fantasía, es la explicación necesaria, es ... un mundo aparte, porque "cuando el viento deja de soplar", comenzamos a escribir y leer.
lunes, 10 de noviembre de 2014
domingo, 9 de noviembre de 2014
La sugerencia de una lectora, Pilar Abreu, la página 145, el párrafo dice:
Sus labios eran mis labios, sus miradas más intensas eran
mías, sus goces secretos, sus murmullos, sus noches de pasión o sus noches de
sufrimiento, que igual pasamos unas que otras, eran totalmente mías. Sus ojos
se habían clavado tantas veces en los míos y sin decir palabra me lo habían
dicho todo que ya mucho antes de ella irse había comprendido que algo pasaba,
algo que la hacía sufrir, algo que no era bueno. Esa era mi Lucía, esa, mía y
de nadie más, porque yo luché por ella, porque la entregué todo y ella todo me
lo dio. No fue un regalo, fue un intercambio, porque podíamos hablar y decir lo
mismo, porque pensábamos igual pero éramos distintos. Porque el mar y el
desierto cohabitaban en nuestro dormitorio sin que se enfrentaran jamás, porque
no había diferencias, cada cual era cada uno y cada uno era cada cual y tenía
su vida propia y a la vez era vida común y se enlazaban nuestros actos, como se
enlazan las lianas en las ramas y viven los unos de los otros y gracias a los
otros sin dañarse pero alimentándose mutuamente, en una simbiosis perfecta.
Porque podíamos pasar días y semanas sin vernos para luego recibirnos como si
sólo hubieran sido segundos de ausencia. Porque hacíamos el amor y no nos
cansaba. Porque … éramos dos y uno a la vez.
martes, 4 de noviembre de 2014
página 129
" ... Madrid le duele al viajero que regresa con las maletas
repletas de recuerdos. Madrid se rompe a los pies de quien regresa cargado de
dolor, cansado. Pero Madrid le tiende los brazos envueltos en una sonrisa, pues
la vida que esconde es mucha, a quien llega con la fe como única moneda en sus
bolsillos ..."
página 129 ...
lunes, 3 de noviembre de 2014
- Cuando el viento deje de soplar, será
porque todos los males han desparecido – le dijo su abuelo un día.
Los mismos acantilados
que le llaman extendiendo sus fatales brazos y le tientan como si fueran imán fabricado
con la peor escoria, le atraen con sus oscuros ojos pero no consiguen abrazarlo,
“jamás me atraparán” se dice a sí mismo.
Página 68, de "CUANDO EL VIENTO DEJA DE SOPLAR".
jueves, 30 de octubre de 2014
Horas de encuentro consigo mismo, el silencio, o mejor, un rumor lejano de conversaciones y tráfico intenso, que acompaña pero no molesta, que deja pensar y verse sentado en las manecillas del reloj, repasando cualquier fantasía, cualquier sueño, humano, siempre humano, aunque a veces no se sea capaz de confesarlo. Son tantos habitantes rumiando entre el pelo, pujando por alcanzar el primer puesto y salir a la palestra de su dueño. Otras veces escondidos en lo recóndito, se niegan a aparecer aunque son convocados, parece que olvidamos aquello, pero no, ahí sigue, solo que no quiere salir a bailar a nuestro lado, ni hoy ni mañana, tal vez pasado o dentro de mil años.
Es el tic tac monótono que nos permite encontrarnos con nosotros mismos, como el minutero con el horario, aún no siendo el mediodía o la medianoche. Y la cabeza libre cual caballo desbocado, inflige tiranía sobre las manos, las piernas y el resto de órganos que se erizan ante la pantalla del cine de nuestra propia fantasía. Y componemos la película, aún con protagonistas que ni los habíamos estimado presentarse, pero aquí están, ¿por qué?. Para luego hacernos sentir culpables o felices.
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