jueves, 19 de noviembre de 2015

lunes, 16 de noviembre de 2015





Nos gusta complicarnos la vida.



No nos vale con lo que el camino va poniendo ante nosotros. Disfrutar con un suspiro, quitarnos la sed con un poco de agua, o el hambre con un puñado de nueces. No. Necesitamos más, mucho más, o eso creemos.

Y nos complicamos la vida cuando no sabemos apreciar un cuadro cotidiano dibujado sobre un fondo corriente. Las cosas simples del día a día. Sin reconocer que la felicidad está en que siempre nos falte algo casi casi básico.

Y corremos detrás de los sueños mientas mejor podríamos estar bailando en la calle. O nos acuartelamos cuando podríamos salir a oler el mar. Y peleamos por pasar al primer puesto en vez disfrutar de la brisa en nuestro rostro.

Alguien dijo "la arruga es bella". Y todos nos reímos, pero no pensamos en lo que realmente significa. Llegar a una edad, vivir sin preocupaciones, reírse con avaricia, en definitiva, disfrutar sin pensar en las apariencias.


Y es que somos humanos. Y nos gusta complicarnos la vida. Por eso admiramos a las personas sencillas.

sábado, 17 de octubre de 2015




Aquellas sábanas frías que acariciaban mi piel desnuda, se quedaron envueltas en su triste soledad.

El sol que calentaban mis dormidos párpados, resuenan en un eco suave de los recuerdos.

Ya no vivo más para desear. Ahora vivo en el presente, ni siquiera en el futuro, que no me interesa. Y me vanaglorio del pasado.

Cualquier tiempo actual, es mejor que cualquier tiempo pretérito.

lunes, 12 de octubre de 2015


El ciclo de la vida viene a ser: eres hijo y con el tiempo tu padre se convierte en un referente, poco más o menos cuando ya eres padre. Y cuando crecen tus hijos y parece que ya solo serás su referente, el referente que era tu padre, se convierte en hijo y los hijos en referentes, en amigos, en colegas. 
Y los miras y te preguntas ¿un día serán ellos mi padre y mis referentes?.

viernes, 25 de septiembre de 2015




Cuando oyes tañer las campanas, sin que las llegues a ver.
Cuando ves que hace las maletas, sin tener por qué.
Cuando el hambre huye y la noche se vuelve fría y eterna.
Cuando la música se transforma en ruido
y el azul de cielo pierde su color y el sol su calor,
sin que nadie más lo note.
Cuando la ropa que te abriga y el calzado que te viste
pierden su forma y se deja caer sobre ti.
Cuando la ilusión sólo es un título en los programas de televisión
o el futuro no llega más allá de diez minutos.
Cuando la sonrisa de un niño sólo te arranca una mueca.
Cuando el silencio es desagradable y el bullicio odioso.
Cuando la mirada no cuenta las rayas de las baldosas en el suelo.
Cuando el camino se te llena de rocas insalvables.
Cuando las velas se apagan, pero no es tu cumpleaños.
Cuando las ventanas no esquivan el invierno
aunque cierren herméticas.
Cuando ya no existen las palabras.
Cuando la oración es sueño.
Entonces es el momento, amiga. Ya ha llegado el adiós.

martes, 22 de septiembre de 2015




Era de noche, el silencio y el frío se repartían la oscuridad y para mi sólo quedaron recuerdos trenzados en la osadía imprescindible para permanecer allí.
No me podía o no me quería mover. Y con el alma entornada y la mente obturada, vi aparecer por el fondo una mujer de vestido amplio, que arrastraba por el suelo. Su cara gélida miraba de reojo hacia adelante. Pasó por mi lado acompañada de la criada que le llevaba la compra. Y al poco un galán, vestido de época. 
Entonces me fijé en las paredes y ya no eran piedra restregada, ni tenían moho, estaban tal cual eran cuando allí las colocaron, vivas, fuertes. ¿En qué época estaba?. Cerré los ojos y conté hasta cien por ver si se me pasaba.

Sonó una alegre música y los abrí, ante mi cantaban las gentes alrededor de una tuna. Brincaban pero no me tocaban, pasaban pero no me miraban. Hombres y mujeres jóvenes disfrutaban y hasta alguna que otra mano revoleaba lo que de no haber fiesta, música y vino, no se hubiera atrevido.
Pasaron y se alejaron.
Apareció un grupo de hombres, serios, conversadores, de largo abrigo y sombrero elegante. Su ropa no cuadraba ni conmigo ni con los anteriores ni con los de más atrás. Metí las manos en los bolsillos e incliné la cabeza cuando me alcanzaron, pero pasaron sin pestañear.
Me había vuelto invisible o tal vez, aterido y soñoliento, vi pasar la vida que había pasado por aquel pasaje desde que lo construyeron. Caminé despacio y encogido hacia mi pensión, me aguardaba el calor de unas sábanas y unas mantas suficientes.
José me saludó al entrar. Me dormí enseguida, pero esta vez ya no soñé, al menos que yo sepa.

lunes, 7 de septiembre de 2015




CUALQUIER   TIEMPO   PASADO ...


No, no es verdad, cualquier tiempo pasado no fue mejor, como el verano no es mejor que el invierno, ni el frío que el calor.


No, no es verdad, que cada día que pasa nos hacemos más viejos, por que el tiempo no existe, es una invención de los pesimistas.



No, no es verdad, que hay personas cándidas, si no buenas, que la sonrisa no es debilidad en su cara, si no esperanza.



Cualquier tiempo pasado fue mejor, no es cierto, no, es miedo al presente, al futuro, a asumir la responsabilidad de que lo que nos pasa ahora es solo fruto de nuestros actos anteriores. Entonces, en el pasado, reíamos como ahora reímos, de otras cosas, con otra edad incluso, pero la culpa no es del tiempo ni de la edad, es de aquello que dejamos para mañana pero que nunca ejecutamos, es la factura que la pereza nos pasa, es la nostalgia, pero no, nunca el pasado fue mejor, no, tan solo en apariencia.



Podemos mirar los 15 años con los que dimos el primer abrazo o el primer beso, la emoción de la noche de Reyes Magos, la amargura del suspenso en el colegio, ... pero ... ¿queremos volver a vivir aquello?, claro, si nos dejan con los mismos conocimientos que ahora tenemos ... No, cualquier tiempo pasado no fue mejor, si no que no lo disfrutamos tan intensamente como debimos hacerlo y sentimos que algo se nos quedó olvidado. Una palabra por decir, un beso por dar, una sonrisa que exhibir, ... pero no fue mejor.



Fue distinto, pero no mejor:


"Si, ya se que estás cansada de escuchar
al viento que al pasar por tu ventana
te dice que vendré quizá mañana
y miras de reojo hacia la calle."

Si, José Luis Perales