viernes, 3 de julio de 2015




Me da hasta miedo pensar y volver a recorrer los pasos que dio Lucía. Cada año por estas fechas vuelvo a buscar la pared de cristal, luces y espejos que me devuelve quien soy.

Entre los multicolores destellos mi cara va adquiriendo diferentes personalidades. Me encierro en el pardo y salto al rosa, que me provoca la risa de ver cómo el color de mis pupilas cambia tan absurdamente, como absurdo es el juego a que me someto.

Respiro el aroma de la granadina y su color desbarata una arruga que había trazado con la punta del dedo sobre la barra. Un amarillo incierto, que ahora mismo no reconozco, baña lo ensuciado, son unas gotas que distorsionan la tersura del movimiento. Y en un vaso juegan a ser badajos en campana, unos hielos verdes, para que no decoloren la consecución del artista.


El cóctel se compone de recuerdos, de futuro y se adereza con colores y una fruta roja como caída contra el borde, su sangre baja por el cristal y mancha deliciosamente el ocre del líquido dormido.

Mis labios tiemblan de la emoción. Y las campanillas resuenan, es la hora de la liberación, como cada año, hasta que el reloj marque las 12 de la noche.

Adiós.

martes, 16 de junio de 2015




Pasear entre los árboles, escuchar el silencio que recorre el bosque, vibrar con un lamento de la madera que cruje inocente. Sentir esa soledad y sentir el alivio. 
Cuando viví en el sur, salía por el parque cerca de mi casa para correr o andar, disfrutar de la gente que también paseaba, de la visión de los animales felices en su entorno. Luego, cuando he vuelto a la capital, sigo teniendo el vicio y el deseo de caminar por la Dehesa, sentir el verde del césped o el amarillo de la hierba seca, el ulular ligero de las finas y agudas hojas de pino, silbar al paso del viento. Ver la gente que hace deporte o disfruta de la única realidad que es la naturaleza.

Cuando he viajado por diferentes lugares, siempre he aceptado una invitación a conocer algún rincón, nunca negué hacer unos pocos quilómetros más para observar una perspectiva, respirar un olor, descubrir un paisaje. Y un día, paseando por Soria, descubrí aquél olmo viejo del que habló Machado.
Un señor de la historia, un personaje con luz propia. Y me traje su imagen para mirarla de vez en cuando y entender, que hay realidades que son tan ciertas que duran más de 100 años. Y sin defraudar.

@ 2015 by Santiago Navas Fernández

sábado, 13 de junio de 2015



Nadie tenemos garantizado permanecer eternamente, a todos nos llega el día de decir adiós. Pero cuando esa despedida no da tiempo ni al rito de irse, de despedirse de los seres queridos y el mundo que creamos a nuestro alrededor, el camino se vuelve espinas para los que quedan.

Brillen estas velas junto a esta paloma de la Paz, por la amiga Maria, de Salvador de Bahía, que nos dejo apenas hace 24 horas, sumidos en la pena, con la riqueza de su recuerdo, inconsolable Livia, y los que vivieron con ella, conocedores de su cultura, de su generosidad, de su grandeza.
Hasta luego, amiga.





¿Sueños?, ¿qué sueños?.
¿Volver a vivir aquellos tiempos?.
De los cobardes nada se escribe, de los valientes una historia, de los temerarios el epitafio ...

martes, 9 de junio de 2015




Tal vez fui yo quien te dejó marchar,
o puede que tu me dejaras a mi,
el caso es que ninguno de los dos
supimos reaccionar y volvernos a tiempo.

Doblaste la esquina de aquella calle anónima
yo me volví en dirección contraria,
me quedé con las ganas,
hubo un momento que creí verte volver,
aunque más bien lo soñé,
no querías nada, o no te atreviste,
o pensaste que no era oportuno,
o yo no me sentí seguro, quién sabe.
El caso es que te alejaste y sólo un rastro
del aroma de tu cuerpo, del color de tu pelo,
tembló en el ambiente con nostalgia
trazando la ausencia de tu despedida.
Mis piernas temblaban, debí volverme,
tus manos dudaban, debiste volver.
Pero nuestros labios quedaron secos
de los labios del otro, el alma vacía
y el corazón latiendo por lo que no supimos recoger.


domingo, 7 de junio de 2015




Tal vez un día te hablen de la experiencia y te dirán que es un grado. Pero en realidad, la experiencia no es más que la edad acumulada.
Llega un tiempo en la vida en la que te das cuenta que no necesitas demasiada reflexión para saber qué va a pasar a continuación. 
Lo da la edad, aunque lo disimulemos llamándolo experiencia, así no reconocemos que vamos haciéndonos mayores.


viernes, 5 de junio de 2015




"... las lágrima vuelan como gaviotas, rozando la costa ... dentro ... fuera ... dentro ... fuera ... sin decidir a qué lado se quedarán." 

Cuando el viento deja de soplar