¿Qué ocurre "cuando el viento deja de soplar"?, es una fantasía, es la explicación necesaria, es ... un mundo aparte, porque "cuando el viento deja de soplar", comenzamos a escribir y leer.
viernes, 3 de junio de 2016
martes, 17 de mayo de 2016
Solo es cuestión de perspectiva. De atreverse, de lanzarse.
Aunque no veamos el final del camino, incluso aunque parezca que el sendero se acaba, allí está.
Es cuestión de perspectiva.
Como cuando una mañana te asomas al espejo y ves a un desconocido con rostro cansado. No son las arrugas, no son las canas. No es que no hayas dormido.
Es cuestión de perspectiva.
Como en la foto ¿se acaba ahí la carretera o es un efecto como el de la tierra, que es redonda y continúa donde se acaba?. Corremos a ver el final del mundo, pero el mundo se alarga y se hace imposible de abarcar.
Es cuestión de perspectiva, nada más.
Y es más sabio quien lo sabe ver. Más feliz, quien tiene la certeza de que el camino sigue, en un sinfín infinito. El sendero nunca se acaba.
Es, sólo, cuestión de perspectiva.
viernes, 13 de mayo de 2016
Recuerdo cuando dormía y me despertabas.
Sentía la puerta abrirse,
despacio, muy despacio,
intentando que no sonara,
pero ese instinto que todos tenemos
me despertaba.
despacio, muy despacio,
intentando que no sonara,
pero ese instinto que todos tenemos
me despertaba.
El ruido de la puerta era la forma de romper el silencio,
de abandonar mi supina soledad.
El ruido de la puerta por la noche, que me despertaba,
era mi compañía,
me devolvía al mundo,
me entregaba contra las sábanas.
de abandonar mi supina soledad.
El ruido de la puerta por la noche, que me despertaba,
era mi compañía,
me devolvía al mundo,
me entregaba contra las sábanas.
Y me volvía a dormir seguro y tranquilo.
"Ya está aquí´", pensaba.
Y me revolvía en la almohada y me arrullaba el sosiego.
Ahora echo de menos aquel ruido
y el de las llaves de la luz: pasillo, cocina, baño, ...
y la puerta de tu habitación que se cerraba.
y el de las llaves de la luz: pasillo, cocina, baño, ...
y la puerta de tu habitación que se cerraba.
"Hasta mañana, que descanses."
Ya puedo dormir tranquilo.
Ya puedo dormir tranquilo.
Y ahora lo echo de menos.
martes, 15 de marzo de 2016
EL VIEJO LABRADOR
Llegué al piso y abrí la puerta, me esperaban sus ojos verdes y me
lancé a su cuello mientras las lágrimas se abrían camino libremente por mi cara.
- ¿Por qué lloras?.
- Porque puedo verte –respondí enigmática.
Todo había ocurrido apenas una hora antes. Subía las escaleras del
metro distraída por las mil cosas del día, por los problemas del trabajo;
preocupada por que no íbamos a llegar a fin de mes … otro más; enfadad porque
no teníamos ni la más mínima oportunidad de perdernos unos días en alguna
playa. Lo normal y lo lógico que nos pasa a todos en esta gran ciudad, en esta
vida dependiente.
Asomaron a mi campo de visión unas peludas patas rubias, que
precedían un moqueante hocico. El pobre animal bajaba parsimoniosamente las
escaleras, con la vista puesta en los escalones, como si buscara algo. Llevaba
un arnés distinto a la correa de cualquier otro perro. Parecía que buscaba algo
y, efectivamente, lo encontró abajo, era un trozo de correa que recogió
tranquilamente con su boca. Y volvió a subir, sin prisas, como repasando el
camino, con la vista baja y triste.
Un poco más allá un hombre permanecía parado en mitad de la acera,
con su inconfundible bastón de invidente. El perro se acercó y arrimó el lomo a
la pierna del ciego, que se agachó de medio lado y asió el arnés del animal,
con la otra mano extrajo de la boca la correa. Se la engarzó al cuello y lo animó
a ponerse en camino mediante ligeros tirones. Los seguí.
Llegamos al semáforo, ellos primero, yo después. Inmediatamente se
puso en verde, pero no pasaban, así que me acerqué y tomé al hombre del brazo.
Entonces me di cuenta de que era un anciano en su más amplia descripción de la
palabra. “Ya puede pasar”, le dije.
- Gracias señorita –me dijo. Me extrañó que el perro no se moviera
hasta que el amo le invitó a hacerlo con un leve tirón del arnés -¡Es muy
viejo!, ¿sabe? –añadió.
Sí, me había fijado que no andaba bien.
- Tan viejo como yo –continuó. Le conté que le había visto en las
escalera del metro y cómo tras encontrar la correa, volvió a su lado. – Es mi
compañero, pero ambos estamos demasiado mayores, yo soy ciego y él apenas ve ya.
Además, padece un cáncer que se lo llevará un día de estos. Ya me gustaría que
juntos, a poder ser.
Sentí una pena tan grande que noté encogérseme el corazón.
- Veinte años unidos día y noche. Y lo único que me quedará por
hacer será ver su rostro, mirarle a los ojos … que fueron los míos.
Mi cuerpo dio un respingo y en ese momento quise decir que si el
cielo existía, allí podría verlo. Pero me faltó el resuello para poder hablar y
caminé a su lado cogida de su brazo hasta que pasamos por delante del portal de
mi casa, donde me dejaron con un escueto “gracias” que me sonó a despedida.
lunes, 18 de enero de 2016
Su sonrisa como una lluvia de primavera,
cantarina, soñadora, una promesa de vida.
cantarina, soñadora, una promesa de vida.
¿Por qué no la quereos escuchar?
¿por qué la quereis silenciar?
¿por qué la quereis silenciar?
¡¡ Si tuvierais la suerte, malditos mal nacidos,
de escucharla vibrar, de saberla apreciar,
no os atreveríais a romper su sonrisa !!
de escucharla vibrar, de saberla apreciar,
no os atreveríais a romper su sonrisa !!
Su sonrisa de primavera.
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