Sólo los niños dicen la verdad, lo de los borrachos es pura mitología. Los niños hacen lo que quieren, incluso guardar un caramelo en el hueco de unas piedras, como un perro que entierra su hueso, "para luego", y ahí queda, testigo mudo de la inocencia, de la candidez. Quizá un día se acuerde de su caramelo y acuda a buscarlo, o tal vez, lo más seguro, ahí se quede hasta que el mismo perro que enterró el hueso en algún lugar, que pasea arriba y abajo las calles del lugar, olisqueando en cada esquina en busca de una oportunidad, descubra el aroma dulce del azúcar, excipientes, colorantes y aromatizantes industriales y se aúpe a buscarlo ... no nos extrañe, pues, ver un perro con un palo de colores asomando por la boca, dentro lleva el caramelo que el niño olvidó en el hueco de una pared de piedra.
Y la vida seguirá, habiendo hecho felices a dos seres, al menos.